Elaborado por: Prof.
Daniel Jaimes Alcántara
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El protestantismo abarca aspectos, sociales,
económicos, filosóficos, políticos y no sólo religioso.
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Comenio instaura el primer sistema
pedagógico verdadero y su filosofía se filtra en los estudios de
Pestalozzi, Locke, Rousseau, Kant, Hegel, Froebel y Fichte.
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El materialismo del aristotelismo fue
transformado por Santo Tomás de Aquino y Averroes reveló ser más auténtico
mediante una concepción laico-racionalista.
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El neoplatonismo surge en la edad media y el
individualismo humanista fundado sobre el valor y el sentido, está ligado
al librepensamiento optimista; Lutero consagra la relación directa entre
dios y los hombres.
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Una ética realista y laica se dibuja en
adelante independientemente de las prescripciones religiosas: a través de
la aprehensión nueva del hombre se espera una transformación de la sociedad
liberada de la sabiduría suprema pero confiada a las manos de los hombres.
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La ética moral nace de los movimientos
racionalistas que se desarrollan en el siglo XII. Inspirados a la vez, en
la tentativa aristotélica de fundar la moral sobre una base naturalista, en
la aportación platónica en este dominio de esencia, en la doctrina de
Epicuro.
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La esclavitud, aunque considerada por San
Agustín y Santo Tomás de Aquino como estado dependiente de la “ley divina”,
habla conducida a una Insurrección de las ciudades y de los campos.
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La filosofía protestante revela la
consecuencia directa y anacrónica del universo cosmopolita que penetra los
estratos de la población.
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“El fin buscado por la pedagogía de
inspiración protestante sigue siendo profundamente cristiano y esto se
observa desde la apertura de los primeros establecimientos de enseñanza: la
educación se considera como una consecuencia del bautismo al que los
Hermanos no atribuían ningún poder mágico: el niño bautizado debía ser
educado de manera que pudiera optar, un día, por la fe bíblica”.
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La responsabilidad de la educación
corresponde, según la edad del niño, a los padres, a los padrinos, a los
“ancianos” de la Iglesia, de donde surge la gran importancia de la
educación dada en el seno de la familia.
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De manera muy natural, la ética
espiritualista, profundamente cristiana, en que se basa la educación
protestante, respondía a una nueva filosofía del hombre, no podía sino
desembocar en una pedagogía moralizadora cuya finalidad, al mismo tiempo
mediata e inmediata, añade al aspecto específicamente religioso del
protestantismo un alcance antropológico.
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